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¿Palta o aguacate? Lo que no nos acordábamos sobre el nombre de esta fruta milenaria

Hay frutas que dividen opiniones: el durián por su olor, la papaya por su sabor o el tomate por su eterna discusión entre fruta o verdura. Pero pocas han causado una división tan curiosa como el aguacate… o la palta. Dos nombres, dos regiones, dos historias, y una misma fruta verde, cremosa y llena de misterios.

Empecemos por lo básico: ¿qué es el aguacate?

Aunque lo comas como verdura o lo pongas en platos salados, el aguacate es una fruta, y más específicamente, una baya con una sola semilla grande (ese hueso que casi siempre termina en el compost o en experimentos fallidos de germinación en el alféizar). Pertenece a la familia Lauraceae, la misma del laurel, y su nombre científico es Persea americana.

Su origen se remonta a Mesoamérica, donde hace más de 8,000 años ya se cultivaban variedades silvestres. Existen registros arqueológicos de semillas encontradas en cuevas de Puebla, México, lo que indica que los pueblos originarios no solo la conocían, sino que la valoraban como alimento esencial.

Y sí, en términos nutricionales es una joya: rica en grasas buenas, antioxidantes, vitaminas E, K, B5, B6, y una dosis decente de potasio. Pero más allá de su valor nutricional, esta fruta ha cargado con historias, símbolos… y muchos nombres.


El lado andino: 

la palta

 y la memoria de un pueblo

En países como Chile, Argentina, Perú o Uruguay, nadie dice “aguacate”. Lo que se unta en el pan y se pone en las ensaladas se llama palta. ¿Por qué? Porque cuando los Incas expandieron su imperio hacia el norte de Perú y sur de Ecuador, conquistaron a un grupo indígena llamado los paltas, quienes habitaban lo que hoy corresponde a la provincia de Loja.

El aguacate ya existía en esa zona, aunque no necesariamente era cultivado con el mismo entusiasmo que en Mesoamérica. Pero el nombre “palta” quedó, no por el árbol en sí, sino por la asociación territorial. Cuando el fruto se empezó a comercializar en el sur del continente, especialmente durante la época colonial, el nombre ya estaba consolidado como parte del lenguaje local.

Así que decir “palta” es también rendir homenaje a un pueblo casi olvidado. Es hablar en quechua sin saberlo. Es traer al presente una memoria de resistencia cultural.


El lado mesoamericano: 

aguacate

, un fruto con forma de…

Por otro lado, el término aguacate viene del náhuatl ahuacatl, que significa literalmente “testículo”. La comparación, aunque suene graciosa o incómoda para algunos, no es gratuita: los antiguos mexicas y otros pueblos nahuas eran bastante gráficos para nombrar las cosas, y el fruto colgando en pares del árbol les pareció… pues eso.

Más allá de la forma, ahuacatl también tenía connotaciones sexuales y curativas. Se le atribuían propiedades afrodisíacas, y no es raro encontrar menciones al aguacate en códices como parte de rituales o preparaciones medicinales.

Del ahuacatl también nace el término ahuacamolli, que se traduce como “salsa de aguacate” —lo que hoy conocemos y veneramos como guacamole.


El árbol del aguacate: un botánico algo caprichoso

Si alguna vez has intentado sembrar un aguacate a partir de la semilla (ya sabes, clavándole palillos y poniéndolo en un vaso de agua), tal vez hayas descubierto que no es tan fácil como parece. El árbol de aguacate necesita condiciones específicas para germinar, desarrollarse y —aquí viene lo divertido— no se autopoliniza fácilmente.

En efecto, las flores del aguacate tienen un comportamiento reproductivo llamado dicogamia protogínica: las flores femeninas y masculinas se abren en diferentes momentos del día. Hay árboles tipo A y tipo B, con horarios distintos de apertura floral, lo que significa que necesitan pareja para dar fruto. Nada de árboles solitarios que se bastan a sí mismos. El aguacate es social, le gusta la compañía.

Además, existen más de 500 variedades registradas en el mundo, aunque las más comunes son Hass (la de piel rugosa y sabor mantequilloso), Fuerte, Bacon y Zutano. El Hass, por cierto, fue desarrollado en California en la década de 1930 por un cartero llamado Rudolph Hass. Una historia que merece su propio artículo.


¿Entonces, palta o aguacate?

Ambos términos son válidos y hermosos. Uno viene del sur andino, cargado de historia territorial y cultural; el otro del centro mesoamericano, directo, corporal y lleno de fuerza simbólica.

  • Palta: Sur de Sudamérica. Origen en el quechua y en la etnia de los paltas.
  • Aguacate: México y Centroamérica. Origen en el náhuatl ahuacatl, con resonancias míticas y culinarias.

Ambos nombres nos hablan de cómo los pueblos originarios veían, nombraban y se relacionaban con su entorno. Comer palta o aguacate no es solo un acto nutricional, sino un ritual ancestral que nos conecta con miles de años de historia botánica, lingüística y cultural.


Algunas curiosidades más para el postre:

  • Los mayas consideraban el aguacate un árbol sagrado. En el Popol Vuh, los dioses lo incluyen entre los regalos de la naturaleza para los primeros humanos.
  • En Colombia, existe una variedad llamada aguacate criollo, más pequeña pero con sabor más intenso. Ideal para salsas y sopas.
  • En algunos pueblos de Guatemala, el árbol de aguacate era plantado en el patio como símbolo de prosperidad y fertilidad.
  • La palabra guacamole ha sido registrada en inglés desde el siglo XIX como guacamoly, y es una de las pocas palabras indígenas que ha conquistado supermercados globales sin perder su esencia.
  • En Japón, el aguacate es considerado un sustituto del atún para preparar sushi vegetariano. Una mezcla de culturas que nadie vio venir.

¿Te interesa la historia de otras palabras, frutas, semillas o prácticas agrícolas que usamos sin pensar?

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