🛰️ ¿Y si el dron sabe más que tú?
Ahí estás, frente al maíz.
El mismo campo de siempre, el mismo ritual: preparar el fertilizante, subirte al tractor, recorrer línea por línea con la esperanza de que esta vez sí respondan esas zonas rebeldes que nunca dan lo que prometen. Pero sabes que no lo harán. Es como regarle agua a un ladrillo y esperar que brote una planta.
Ahora te propones, en vez de repetir ese ciclo año tras año, un dron vuela sobre tu campo, mira desde arriba, analiza, calcula… y te dice:
“Esta parte no vale la pena. Ahorra el fertilizante. Déjala descansar. Mejor aún: conviértela en refugio para insectos benéficos. Confía.”
No es ciencia ficción. Es lo que ya sucede en Sandborn Farms, Michigan. Y ahí empieza esta historia.
Se ha aplicando fertilizante a todo el campo durante muchos años: parejo, abundante, esperando que algún rincón agradezca. Pero año tras año, hay zonas que simplemente no responden. Y sin que lo sepamos, la respuesta sería “¡ya déjame en paz!” mientras el presupuesto en nitrógeno se evapora… literalmente.
Ahora imagina que un dron, un modelo matemático y un satélite se juntan para decirte:
“Amigo, esa parte del terreno es un agujero negro de productividad. Deja de insistir. Gástate eso en otra cosa. Y por cierto… podrías usarlo para ayudar a las abejas”.
Eso, en esencia, es lo que está pasando en el estado de Michigan, Estados Unidos, en una granja llamada Sandborn Farms. Y es donde empieza esta historia.
🚜 Agricultura de precisión 2.0: no se trata solo de producir más, sino de saber
dónde no producir
El artículo del New York Times titulado “High-Tech Farming That Aids Yields and the Environment” nos cuenta cómo el agricultor Jeff Sandborn, en colaboración con el profesor Bruno Basso de la Universidad Estatal de Michigan, está aplicando un enfoque que no solo busca eficiencia, sino también inteligencia ecológica. Lo llaman “conservación de precisión” (precision conservation).
Basso y su equipo llevan años analizando imágenes satelitales y datos históricos de millones de hectáreas agrícolas. ¿Qué encontraron? Que entre el 20 y el 30 % de cada parcela promedio jamás ha sido rentable, ni lo será. Clima, tipo de suelo, pendiente, estrés hídrico… todo conspira para que ciertos rincones simplemente no valgan la pena.
Pero en vez de seguir fertilizando por inercia (como lo haría cualquier agricultor presionado por rendimientos), Basso propone algo radical: saber rendirse a tiempo… y convertir esas zonas en hábitats de polinizadores, franjas de conservación o refugios ecológicos. Y no con discursos verdes vacíos, sino con datos duros y rentabilidad en mente.
🌽 Menos fertilizante, más lógica… y más vida
Jeff Sandborn decidió aplicar esta estrategia. Usó drones para aplicar fertilizante solo donde el maíz realmente podía responder. En seis años, bajó el uso de fertilizante un 20 %. Pero lo interesante no es solo eso. Decidió “jubilar” 10 acres improductivos y convertirlos en corredores de polinizadores. Plantó trébol. Dejó descansar al suelo. Y todo indica que no perdió dinero… al contrario.
Basso lo explica fácil:
“Si la planta no absorbe el nitrógeno, ese excedente no desaparece: el suelo lo transforma en óxido nitroso (N₂O), un gas de efecto invernadero 300 veces más potente que el dióxido de carbono (CO₂) en su capacidad para atrapar calor y permanecer en la atmósfera por más de un siglo. El resto se filtra hacia ríos y acuíferos, alimentando la contaminación del agua y los brotes de algas que asfixian ecosistemas enteros. En otras palabras, cada kilo de fertilizante mal aplicado no solo se pierde: también calienta el planeta y envenena su propia fuente de vida.”
Es decir: cada tonelada de fertilizante mal usada no solo es una pérdida económica, sino un regalo envenenado al cambio climático y a las zonas rurales cuesta abajo.
🐝 Las zonas olvidadas: del basurero del campo al hotspot de biodiversidad
Uno de los hallazgos más poderosos del proyecto es que esas zonas mal llamadas “inútiles” tienen un nuevo rol en el sistema: convertirse en hábitat funcional para insectos benéficos, fauna silvestre, y como barrera contra la erosión o la escorrentía de agroquímicos.
La EPA reporta que el 40 % de los pesticidas en EE.UU. son para matar insectos, pero solo una fracción mínima llega a su objetivo. El resto termina donde no debe. Por eso, dejar zonas sin cultivo, con vegetación nativa o estratégica, no es perder terreno, es ganar equilibrio.
Es como si la agricultura moderna se estuviera reconectando con algo que las culturas milenarias sabían bien: no todo el suelo es para sembrar. Algunos pedazos son para dejar que el mundo respire.
📉 ¿Y por qué no lo estamos haciendo todos?
Buena pregunta. Y aquí va la lista de excusas (algunas válidas, otras no tanto):
- Costo inicial: drones, sensores, software, análisis… no son baratos. Aunque cada vez lo son menos.
- Interoperabilidad de datos: los fabricantes no se ponen de acuerdo y los formatos no se hablan entre sí.
- Falta de conectividad en zonas rurales: sin Internet, no hay nube. Y sin nube, no hay agricultura inteligente.
- Cultura agrícola tradicional: cambiar la lógica de “exprimir cada centímetro” lleva tiempo.
- Políticas públicas desconectadas: si no hay subsidios, seguros, ni crédito para este tipo de transición, el sistema seguirá como está.
Y sin embargo… hay señales de cambio. En EE.UU. ya hay subsidios por dejar zonas de bajo rendimiento fuera de producción. En México, hay startups, universidades, y productores innovadores que están integrando este tipo de prácticas —aunque aún es más excepción que norma.
🌎 ¿Y si lo probamos aquí
Imagina aplicar esto en regiones como el Bajío, la Mixteca, el Valle del Yaqui o la Comarca Lagunera. Cultivos de alto valor, con estrés hídrico, suelos castigados… y cada litro de fertilizante más caro que el anterior.
¿Qué pasaría si en vez de seguir intentando producir en zonas que simplemente ya no dan más, las reimaginamos como espacios regenerativos? ¿Qué pasaría si el sistema agrícola mexicano dejara de ver a la conservación como un costo y empezara a verla como una inversión estratégica?
Podríamos reducir emisiones, mejorar el uso del agua, aumentar la resiliencia del sistema, recuperar insectos benéficos y, de paso, ahorrar dinero.
No es utopía. Es cálculo. Es ciencia. Es decisión.
🧠 Conclusión (o provocación final)
La próxima vez que sientas la tentación de fertilizar hasta el último rincón de tu parcela, recuerda: hay zonas que simplemente no te quieren. Te están diciendo: “¡Ya basta!”. Escúchalas.
Y si no les haces caso, no te preocupes. Un dron, un satélite y un modelo matemático estarán ahí para decírtelo con más datos.
¿Y tú qué podemos hacer?
¿Conoces proyectos similares en América Latina?
¿Estás aplicando algo parecido?
¿Te gustaría hacerlo, pero no sabes por dónde empezar?
Conversemos. Porque el futuro de la agricultura no solo se siembra… también se escucha.
Escribo para este blog y también lo pongo en agronauta.io Intento que sea semanal pero hay veces que no me inspiro. Este me pareció un buen tema. Al menos eso entiendo que es bueno tener en cuenta.
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